
Esta tarde, las calles de Pitrufquén se llenaron de música, pero no de celebración. En una emotiva despedida, se llevó a cabo un pasacalle de la banda instrumental Osvaldo Seguel, en homenaje a su querido bombista Kevin Meza Pérez, quien falleció el pasado lunes.
Desde el frontis del lugar donde la banda ensaya cada semana, los integrantes –todos vestidos de negro y con sus instrumentos en mano– esperaron el cortejo fúnebre. En un gesto lleno de simbolismo y amor, acompañaron a Kevin con música hasta el cementerio municipal, atravesando la calle principal Francisco Bilbao. Fue un último pasacalle junto a Kevin, no como los que solían animar fiestas y desfiles, sino uno cargado de emoción, respeto y profunda tristeza.
Al homenaje se sumaron familiares, amigos, compañeros de curso, docentes y miembros de la agrupación Stephen Hawking, quienes caminaron junto al féretro de Kevin, recordando con cada paso la presencia alegre y entrañable de este joven de 24 años que dejó una huella en la comunidad.
Vecinos y vecinas se asomaban por sus ventanas, otros se unían a pie, en una muestra de cariño sincero a este joven que fue mucho más que un músico. Kevin era estudiante de la Escuela Integral Ammillan, donde creció y aprendió, y donde también construyó fuertes lazos de amistad y compañerismo. Siempre acompañado de su madre, una mujer luchadora y emprendedora que recorrió –años atrás- establecimientos educacionales enseñando sobre el síndrome que su hijo padecía, Kevin se volvió un rostro conocido y querido por todos.
Se le recuerda por su risa, sus travesuras, su pasión por la música y esa costumbre suya de escaparse para saludar a la gente por las calles. Para muchos, Kevin era alegría en estado puro, un joven que no pasaba desapercibido y que, a su manera, enseñó a la comuna el valor de la inclusión, el cariño desinteresado y la música como lenguaje universal.
«Kevin iluminaba cada ensayo, cada acto, cada ceremonia con su energía. Hoy lo acompañamos por última vez, pero su bombo seguirá sonando en nuestros corazones», expresaron conmovidos sus compañeros de la banda instrumental, mientras el cortejo llegaba al camposanto.
Esta tarde, Pitrufquén no sólo despidió a un músico. Despidió a un hijo, un amigo, un símbolo. Kevin Meza Pérez descansará en paz, pero su espíritu seguirá caminando por esas mismas calles que tantas veces recorrió, saludando con una sonrisa y el bombo al hombro.

