Por Luis Andrade, Psicólogo Clínico, miembro de agrupación de Psicólogos por Pitrufquén.

El duelo es una experiencia humana universal, una respuesta natural y compleja ante la pérdida de un ser querido, una relación significativa, un trabajo, una amistad, una etapa de la vida o incluso una parte de uno mismo. Si bien el dolor que conlleva puede ser abrumador, es fundamental comprender que el duelo es un proceso necesario para la sanación y la adaptación a la nueva realidad.
Es importante desmitificar la idea de que el duelo sigue una serie de etapas lineales y predecibles. Si bien se han descrito fases como la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación, la realidad es que el duelo es un proceso dinámico y fluctuante. Las personas pueden experimentar estas emociones en diferente orden, intensidad y duración, e incluso pueden revivir algunas de ellas en distintos momentos.
Lo que sí es fundamental es permitirse sentir. El dolor, la tristeza, la rabia, la confusión y la ansiedad son respuestas válidas y naturales ante la pérdida. Negar o reprimir estas emociones puede prolongar el sufrimiento y dificultar el proceso de adaptación. Buscar un espacio seguro para expresar lo que se siente, ya sea a través del llanto, la conversación, la escritura o el arte, es un paso crucial hacia la sanación.
Además del aspecto emocional, el duelo también implica un reajuste en la vida cotidiana. Se deben asumir nuevas responsabilidades, adaptarse a la ausencia de la persona o situación perdida y encontrar un nuevo sentido de normalidad. Este proceso puede generar estrés y fatiga, por lo que es esencial priorizar el autocuidado.
El autocuidado incluye mantener hábitos saludables de alimentación, sueño y actividad física, lo anterior quiero enfatizarlo, la ciencia en el último tiempo ha ratificado los múltiples beneficios que tiene el ejercicio en nosotros, en todo ámbito, a nivel cognitivo, físico y lo central en relación a nuestra salud mental.
Significativo también el tiempo de ocio o el buscar momentos de descanso y relajación, y conectar con actividades que brinden placer y bienestar. También es importante rodearse de una red de apoyo, ya sea familiares, amigos.
También es importante manifestar la necesidad progresiva de volver a nuestras rutinas, puede que el dolor nos paralice y trastoque nuestro día a día, pero es central para nosotros el comenzar a retomar nuestras actividades de la forma que podamos, no es necesario volver al cien por ciento, pero nuestras rutinas muchas veces son protectoras.
Finalmente, es crucial recordar que el duelo no tiene un tiempo definido. Cada persona lo vive a su propio ritmo y no hay una forma «correcta» o «incorrecta» de sentir. El objetivo no es «superar» la pérdida, sino integrarla en la propia historia y seguir adelante con una vida significativa. Si el dolor se vuelve abrumador o interfiere significativamente con el funcionamiento diario, buscar ayuda profesional de un psicólogo puede ser de gran utilidad.