Existe un derecho básico, como es el derecho a vivir en familia, por tanto, todo niño debe tener la oportunidad de contar con un espacio seguro de cuidado, cariño y protección, donde exista en lo posible un intercambio intergeneracional, ayuda mutua, gratuidad y cuidado, comenta Maite Cereceda, directora del Instituto de Estudios para la familia de la Universidad San Sebastián (USS).
En Chile, si bien es cierto que existe el sistema de residencias llamadas comúnmente hogares, y que en la media de sus posibilidades buscan dar cuidado a los niños, no siempre son un buen espacio para su desarrollo, explica la especialista.
Ante este escenario, cada vez con más frecuencia se privilegia la derivación a familias de acogida, ya que posibilitan al niño tener una figura, que, con la presencia de otros integrantes del núcleo, lo ayude a crecer y desarrollarse en un entorno donde se valora y se aprecia su singularidad, donde puede dar y recibir cariño, cubrir sus necesidades, y prepararlo para la revinculación con su familia de origen o una adoptiva.
De acuerdo con cifras del Servicio Nacional de Protección Especializada en la Niñez y Adolescencia, a septiembre de 2023 se registraban 126.264 niños, niñas y adolescentes atendidos en programas de protección. De ellos, 8.809 lo hicieron en proyectos de familias de acogida, un sistema poco conocido en Chile y que busca posicionarse como una alternativa de cuidado para evitar la institucionalización de los niños, ofreciéndoles un espacio seguro de vivienda y acogimiento.
En este contexto, las familias de acogida se plantean como la mejor alternativa para descomprimir las residencias y mejorar las condiciones de los niños que esperan un hogar definitivo, si bien funcionan de manera transitoria, los cuidadores pasan por un proceso de postulación y capacitación que dura en promedio tres meses, en el que se revisan los antecedentes y condiciones de las familias interesadas para procurar ofrecer un espacio confortable y apto a las necesidades de los menores.
“Ningún niño debiese dormir en un lugar inseguro o descuidado. La política de familias de acogida permite que la sociedad civil se involucre en el cuidado de los niños y adolescentes vulnerados, aportando cuidado y protección a quienes más lo necesitan. Nosotros trabajamos para que no haya ningún adulto en Chile que no conozca sobre esta medida de protección y que no haya niños en residencias que podrían estar bajo el resguardo familiar, considerando que vivir en familia es un derecho humano”, explica Maite Cereceda, directora del Instituto de Estudios para la Familia USS.