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“Queremos que abran una nueva investigación”: 9 años sin respuestas por la desaparición de Gerónimo Alarcón en Pitrufquén

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Por estos días, la familia Alarcón vuelve a enfrentar el peso insoportable de la ausencia. El pasado 18 de marzo se cumplieron nueve años desde que Gerónimo Eliseo Alarcón González, más conocido en la comuna de Pitrufquén como “El Banana”, desapareció sin dejar rastro. Lo que comenzó como un viaje de trabajo para cortar leña en la comuna de Gorbea, terminó convirtiéndose en una pesadilla interminable para sus seres queridos.

Nueve años han pasado desde que Gerónimo salió de su casa con su mochila al hombro, rumbo al campo de Carlos Manque Ñanco, ubicado en el sector El Liuco, kilómetro 733, sector Santa Juana, en Gorbea. Nunca volvió. El misterio comenzó a tejerse desde el primer día, pero con el tiempo, lo que más ha dolido a su familia no es solo la ausencia de respuestas, sino la indiferencia y lentitud de un sistema que, según ellos, no actuó a tiempo.

Gloria Alarcón, su hermana, recuerda cada detalle con la misma angustia que la ha acompañado desde ese viernes 18 de marzo de 2016:

“Mi hermano pasó a despedirse y me dejó las llaves de su casa, como siempre hacía. Carlos lo pasó a buscar y se fueron… Pero al día siguiente, me llama Carlos y me dice que Gerónimo se había regresado a Pitrufquén el mismo viernes. Eso me sonó extraño. Fui hasta donde Carlos, y me dijeron que ya se había ido, pero me devolvieron su mochila con ropa… Desde entonces, no sabemos nada”, recuerda.

La familia reaccionó de inmediato. Presentaron la denuncia, movilizaron a amigos y conocidos, y durante semanas buscaron sin descanso. El Club de Pesca River Toltén, donde Gerónimo era querido y respetado, también participó en las búsquedas. Sin embargo, lo que esperaban del sistema judicial nunca llegó con la celeridad que necesitaban. La Fiscalía tardó tres meses en ordenar que la Policía de Investigaciones (PDI) entrevistara a las últimas personas que vieron a Gerónimo. Tres meses en los que cada día era una eternidad y cada silencio, un nuevo golpe para la familia.

“Todo fue lento, muy lento —relata Gloria—. Se demoraron demasiado en hacer lo que había que hacer desde un principio. Si hubiese sido otra persona, quizás con más influencia o contactos, tal vez habrían actuado distinto”.

La sensación de abandono institucional ha sido una constante. La familia siente que, si ellos no presionan, la carpeta del caso queda olvidada en algún escritorio, cubierta de polvo, sin avances reales.

A pesar de las dificultades, Gloria no ha bajado los brazos. La lucha por saber qué pasó con su hermano la ha llevado a tocar puertas que muchas veces permanecieron cerradas. Por gestiones personales, lograron contactar al diputado Andrés Jouannet, quien les ayudó a llegar hasta el fiscal regional Roberto Garrido. Pero incluso ese esfuerzo parece insuficiente si no hay un compromiso real desde las autoridades.

“Para que avancen las cosas, necesitas contactos, pitutos, por así decirlo… Si uno no está encima, no pasa nada”, lamenta Gloria.

Hoy, la familia exige que se abra una nueva investigación, que la Fiscalía ordene nuevas diligencias y que se amplíe la búsqueda en zonas clave. Porque la incertidumbre pesa, el tiempo duele y la angustia se ha instalado en sus vidas sin tregua.

“Que no se olviden de las personas desaparecidas”, claman. “Aún tenemos esperanza en nuestros corazones”.

En Pitrufquén, el nombre de Gerónimo Alarcón sigue resonando. Para muchos, es el vecino alegre, el compañero de pesca, el hombre trabajador que un día salió y nunca volvió. Para su familia, es la razón por la que cada amanecer se convierte en un recordatorio del vacío y la injusticia.

La historia de “El Banana” es también la historia de tantas familias que viven con la herida abierta de la desaparición de un ser querido. La historia de un caso que, nueve años después, sigue pidiendo respuestas.

Mientras la justicia no entregue respuestas, la familia de Gerónimo seguirá luchando. Y aunque el cansancio pese y la esperanza se tambalee, ellos insisten: no van a rendirse. Porque detrás de cada nombre perdido hay un hogar que lo espera, un corazón que no olvida y una promesa que se repite día tras día: hasta encontrarte.

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