
Por años, la malnutrición por exceso ha crecido silenciosamente en la infancia chilena. Hoy, cifras de JUNAEB revelan que casi la mitad de los escolares del país vive con sobrepeso u obesidad, siendo los niños y niñas de zonas rurales y de pueblos originarios los más afectados. En este contexto, el Hospital Intercultural de Nueva Imperial, ubicado en el corazón del nodo costero de La Araucanía, ha impulsado una estrategia pionera: un Policlínico de Malnutrición por Exceso que combina ciencia, territorio y humanidad para atender a los más pequeños.
Desde su apertura en 2023, este policlínico ha atendido a 71 niños y niñas entre 3 y 14 años, con una lista de espera activa de 14 menores. Actualmente, el número de pacientes ha aumentado significativamente, alcanzando los 200 usuarios en control. Este crecimiento ha sido posible gracias a un constante proceso de pesquisa activa, realizado en coordinación con los equipos de Atención Primaria de Salud (APS), quienes derivan a los menores con sospecha o diagnóstico de malnutrición por exceso.
El equipo —compuesto por pediatra, nutricionista, kinesiólogo, terapeuta ocupacional, psicólogo y trabajador social— ha logrado más que diagnósticos: ha generado cambios reales, sostenidos y significativos en la vida de los pacientes y sus familias.
“Nos dimos cuenta de que el problema era cada vez más frecuente en los niños que llegaban al hospital, especialmente en aquellos provenientes de sectores rurales y de pueblos originarios. Decidimos no quedarnos de brazos cruzados. Creamos un policlínico con enfoque biopsicosocial y multicultural, porque entendemos que la salud va mucho más allá del peso”, comenta la doctora Francis Mantilla, jefa del Servicio de Pediatría.
Cambiar hábitos, cambiar vidas
La obesidad infantil no es solo una cifra en la balanza. Está profundamente ligada a problemas de salud mental, aislamiento social, baja autoestima, sedentarismo, y enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión y dislipidemia. Por eso, el trabajo del equipo va más allá del control clínico. Se trata de educar, acompañar y construir juntos una forma distinta de vivir y alimentarse.
“Desde la psicología, trabajamos la autoestima y la imagen corporal, pero también hacemos visitas domiciliarias para entender cómo se están dando los hábitos en la familia. No se trata de responsabilizar al niño, sino de integrar a todos en el proceso”, señala la psicóloga Mariana Palma.
Este enfoque integral ha sido clave. Según los registros del hospital, entre 2023 y 2024, se han diagnosticado 140 casos de obesidad y 57 de sobrepeso en pediatría, muchos de ellos con comorbilidades asociadas. Sin embargo, gracias a las intervenciones, se han observado progresos significativos. “Hemos visto niños que han mejorado su presión arterial, bajado de obesidad a sobrepeso e incluso recuperado su salud por completo”, afirma Mantilla.
Alimentación accesible y culturalmente pertinente
La nutricionista Valentina Venegas explica que uno de los mayores desafíos es enfrentar los hábitos alimentarios desde la realidad de cada familia. “No exigimos lo imposible. Si una familia no puede costear ciertos alimentos, enseñamos a cocinar de forma más saludable con lo que tienen. No se trata de satanizar alimentos, sino de encontrar equilibrio y construir una relación sana con la comida”.
En este sentido, la educación es continua. Se realizan talleres de cocina saludable, se promueve el consumo de productos locales y se evitan prácticas que puedan reforzar la ansiedad o la culpa. “En muchos controles evitamos mencionar el peso exacto para que el niño no se obsesione con la cifra, sino que se enfoque en sus logros, en cómo se siente, en lo que ha mejorado”, agrega Venegas.
El movimiento como juego
La actividad física es parte esencial del tratamiento, pero el equipo ha optado por una aproximación lúdica y afectiva. “Muchos de nuestros niños veían el ejercicio como un castigo. Hemos trabajado para que lo vivan como un momento de disfrute y conexión familiar”, indica la kinesióloga Irma Chávez. En los talleres al aire libre, los menores participan junto a sus familias, juegan, se ríen y se mueven sin presión.
Desde la terapia ocupacional, también se impulsa la construcción de rutinas y hábitos saludables, mediante estrategias adaptadas a los intereses y posibilidades de cada niño. “A través del juego, trabajamos no solo lo físico, sino también habilidades cognitivas y sociales. Además, promovemos la estructuración de rutinas, el uso de agendas y el registro de logros diarios”, destaca Camila Irarrazabal, terapeuta ocupacional.
El entorno sí importa
Uno de los grandes aportes del equipo ha sido el trabajo comunitario. La dupla psicosocial realiza visitas domiciliarias y articula redes con escuelas y programas de atención primaria. “No podemos tratar al niño sin entender su entorno. Evaluamos las dinámicas familiares, las redes de apoyo, el acceso a alimentos saludables y la posibilidad de hacer actividad física. Desde ahí, diseñamos intervenciones realistas y sostenibles”, afirma María Soledad Painen, trabajadora social del hospital.
Además, se han identificado situaciones de bullying escolar, ansiedad y otras condiciones que requieren intervención interdisciplinaria. “A veces una sopaipilla o una bebida no solo alimentan el cuerpo, sino que están asociadas a una forma de afecto o celebración. Cambiar eso toma tiempo, empatía y trabajo constante”, subraya Painen.
Proyecciones: una estrategia replicable y en crecimiento
Para este 2025, el policlínico espera ampliar su cobertura y profundizar su modelo, con talleres de horario extendido, sesiones virtuales para familias rurales, creación de grupos de ayuda mutua en redes sociales, un banco de implementos deportivos y la incorporación de espacios amigables para la atención pediátrica.
Además, se está sistematizando la recolección de datos clínicos, sociales y antropométricos para generar evidencia científica local. “Esto no solo servirá para mejorar nuestra intervención, sino también para compartir el modelo con otros establecimientos y fortalecer la red de salud infantil”, señala Mantilla.
Desde Nueva Imperial, este equipo ha demostrado que enfrentar la malnutrición infantil no es solo una cuestión de cifras o de tratamientos aislados, sino un trabajo de comunidad, de afectos, de cultura y de compromiso con el futuro de nuestras niñas y niños.
Como dijo la psicóloga Mariana Palma: “No buscamos que los niños sean flacos, buscamos que sean felices, que se sientan bien consigo mismos y que aprendan a cuidarse con amor”.
Un ejemplo desde el sur de Chile que vale la pena mirar, replicar y celebrar.