
Aunque los registros históricos detallados sobre las «fiestas campesinas» de Pitrufquén en los años 40 son escasos, se puede reconstruir una imagen de la vida social y festiva de la época basándose en la memoria local y los documentos disponibles.
En esos años, la vida en Pitrufquén, al igual que en gran parte del sur de Chile, estaba profundamente ligada al campo y la agricultura. Las comunidades rurales vivían con una movilidad limitada, lo que significaba que la vida social se desarrollaba principalmente a nivel local. Las fiestas no eran eventos masivos y planificados por el municipio como las ferias actuales, sino que eran ocasiones comunitarias y espontáneas que surgían de la propia vida cotidiana de los vecinos.
Estas festividades se centraban en la convivencia y el compañerismo. Las celebraciones se daban en torno a hitos importantes para las familias:
- Celebraciones familiares y comunitarias: Se organizaban fiestas con motivo de cumpleaños, matrimonios, bautizos, o simplemente para conmemorar el término de una cosecha exitosa. Estas reuniones, a menudo llamadas «malones,» eran una forma de compartir y fortalecer lazos vecinales.
- Fiestas patrias y religiosas: El 18 de septiembre, la Navidad y el Año Nuevo eran eventos de gran asistencia. La gente se reunía para compartir comidas, música y juegos tradicionales. Las ramadas y fondas, aunque quizás más sencillas que las actuales, eran el corazón de estas celebraciones.
- Eventos de instituciones sociales y educativas: La vida social también se movía en torno a eventos de beneficencia organizados por escuelas o instituciones locales. Un claro ejemplo de esto era la «Fiesta de la Primavera,» que reunía a toda la comunidad y era un evento social destacado, con la elección de reinas y reyes en las escuelas.
El folclor, la gastronomía y la música eran el alma de estas fiestas. Se compartían platos tradicionales preparados con los productos de la tierra, como el asado, las humitas y la chicha dulce. El calor de un fogón, el sonido de una guitarra o un acordeón, y las historias compartidas en torno a un mate o una copa de vino, eran los elementos esenciales que forjaban la identidad y el espíritu festivo de los campesinos de Pitrufquén en los años 40.
Estas celebraciones, que a menudo se realizaban en el interior de las casas o en las canchas de los clubes deportivos locales, eran un reflejo de la vida simple, unida y resiliente de una comunidad que se construía a sí misma, unida por el trabajo en la tierra y la alegría de compartir.