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Columna de opinión “Vuelta a clases”, por Matías Jara Bravo, Psicólogo Programa Habilidades para la Vida de Pitrufquén

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Algunos retornos están llenos de alegrías, de reencuentros, de conversaciones, con-verse, con mirarse los unos a los otros, para narrar lo que fueron las vacaciones, para contarse algunas anécdotas dentro del tiempo en el que no compartieron presencialmente, de volver a la misma sala, de ingresar a la misma escuela, de ver a los mismos profesores, de un volver a un ritmo que estaba tomando su curso.

No todos los retornos están llenos de alegrías, no siempre hay reencuentros, a veces no siempre existirán esas conversaciones, a veces no se cuenta a esa persona a quien ver, de la misma forma no se tiene al conocido al que contarle las vacaciones y las anécdotas, a veces no se vuelve a la misma sala, en ocasiones el ingreso es a una nueva escuela, con diferentes profesores, y no se vuelve a un ritmo, sino que se comienza uno nuevo.

No todas las vueltas son iguales, muy por el contrario, cada una tiene sus características que las hacen singulares y únicas, el hecho de volver a clases, aunque sea un hecho homogéneo, la forma en como lo vivenciamos, y por, sobre todo, lo narramos da cuenta de cómo se toma esta experiencia.

Quisiera plantear un concepto con el que conectare con el volver a clases, que es la romantización, y como este concepto, que, aunque lo solemos desconocer como definición está muy presente en la vida. El romanticismo se entiende como un movimiento que ha permeado en la cultura y en nuestras formas de relación, tanto entre personas como con el mundo, donde por medio de la palabra se busca generar espacios ideales, poéticos y por sobre todo positivos, el romanticismo en sí mismo no es perjudicial, lo que si llega a ser contraproducente es cuando se fuerza lo positivo cuando no lo hay, cuando en ocasiones el aprendizaje es doloroso solamente o una experiencia dura. Existe una tendencia a buscar el lado positivo a las cosas, llegando a un punto en el que se fuerza el mirar las cosas de esa manera, así también ocurre con la felicidad y el estar bien anímicamente, sostener una felicidad cuando no la hay no es saludable para las infancias, el forzar alegría porque todos debemos estar bien y felices no es sano, pero se nos educa que tenemos que estar bien siempre. Esa tendencia se le suele conectar con lo que llamamos el volver a clases, que tenemos que estar bien y contentos con esa experiencia siempre. Pero a veces no es así, y a veces si lo es.

Queremos invitar a la reflexión de como tomamos la experiencia del volver a clases, obviamente como redactor y persona que trabaja en salud mental espero de todo corazón que sea una grata experiencia, rodeada de aprendizajes y crecimiento tanto personal como colectivo, pero por sobre todo, que esa sea una emoción real y espontánea, no forzada y simulada, quiero transmitir que el volver a clases es la experiencia que es, con sus luces y sombras, con sus momentos gratos y amargos, pero que por sobre todo, es una experiencia de la que podemos aprender, a expandirnos como personas y a desarrollarnos, como también a poner límites, a reconocer lo que quiero y no para mí como joven en desarrollo.

Para cuando las experiencias tienen más sombras que luces, y cuando el tiempo transcurre y siguen siendo así, invitamos a que busquen a sus redes de contención y apoyo emocional, como la familia y seres queridos, así también evaluar el apoyo que tanto el Programa Habilidades para la Vida y las redes de salud mental puedan proveer en sobrellevar situaciones como estas.

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